martes, 13 de junio de 2017

No era que me conformara . . . la vida atravesó muchas cosas. Al final probamos nuestros labios. Tu hiciste tus recuerdos y yo los míos. Entre memorias recordé por que tanta familiaridad. Y es que a pesar que perdimos la inocencia, nunca dejamos de ser niños. Es por eso que fue un trato fraternal, un trato amoroso.

Recuerdo aquella playa todas las cosas que pasaron. Nuestro primer beso en la arena. Aunque realmente nunca sucedió. Recuerdo tus burlas, y tus tratos extraños. Y como guardabas una foto mía. Y todo esto nunca sucedió.

Hasta que mi barba creció y tus piernas llegaron a su limite unos años creciendo y por fin realmente te conocí. Y pese a lo que mi amargura soltara en palabras, fue lindo llevar tus huesos y piel pegados a mi pecho. No hay mas que decir, solo que recuerdo la realidad que no sucedió, y nuestra realidad que trascendió.

Lo llevo como un libro de historias, he guardado varias páginas blancas para anexarlas en caso que el destino decida juntarnos. Y es que entre extrañas situaciones no recuerdo haber tenido todos los caballos de fuerza en mi pecho ejerciendo tantas acciones. No recuerdo una historia mas real que nuestras manos entrelazadas. Recuerdo que hasta el ceño fruncido, y tu cara triste eran sumamente bellos.Ni se diga la sonrisa. Helga buena suerte en la vida. Buena suerte en todo. Yo en mis tiempos de meditación por la noche, pediré al destino, a las estrellas, y a todo lo místico: regalarte la dicha de ser feliz.

-el diario de Arnold Shortman-

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