viernes, 9 de octubre de 2015

Nunca perder el norte, nunca pierdas la dirección hacia donde vas ... cualquier camino alterno puede cambiar para siempre tu destino ...

Alguna vez tomé un camino incorrecto que me dejo varado en la nada varios días. Sufrí deshidratación, y mis costillas se pegaron por falta de alimento. Comí insectos, bebí en pequeños charcos agua sucia, necesitaba abastecerme ... cada día avanzaba un poco mas, buscaba la dirección del sol para buscar el norte. A veces me entraba la idea de regresar por donde vine, pero estaba cada vez mas emparejado a aquel destino que solo perdería mi tiempo. Algo en mi me hacía sentir que buscando el norte encontraría un bello lugar donde descansar y abastecerme con mejores condiciones.

Pasaron mas días, había días que no bebía nada ni comía nada. Creí que iba a morir, sin embargo no podía dejar de caminar...

Entre caminar y caminar empece a notar una pequeña ciudad. Primero a mi vista borrosa quedaba expuesta aquella ciudad, pero no podía notar detalles. Seguí caminando con las pocas fuerzas que me quedaban. Sentí como el oxígeno se acababa, sentí el cuerpo cansado, las pierdas no respondían, empece a arrastrarme con todas mis fuerzas, poco a poco sentí drenarse cada energía que me quedaba. Entonces todo se oscureció, mis ojos se cerraron.

Empece a sentir golpes en el pecho, sentí adrenalina. Escuchaba gritos de un hombre desesperado, sentí otro golpe en el pecho. Y abandoné la oscuridad,  mis ojos se abrieron, y podía observar unas cuantas personas desesperadas y asombradas de ver mis ojos abrirse ... sentí fresca agua en mi boca, una joven me ofrecía agua en mi boca. Estaba muy cansado para mover un músculo pero las personas insistieron en levantarme, me llevaban sosteniendo mis brazos con sus fuerzas. Yo intentaba caminar, pero en verdad mis pies no respondían. Seguimos hasta llegar a un kiosco, me recostaron y siguieron proporcionándome agua, pasaron unos minutos y mi olfato se encendía, podía notar un manjar, eran pedazos de carne gruesa bien cocinados. Me levante un poco y devoré aquella carne, pedazo tras pedazo, era un deleite, sentí que era la carne mas deliciosa que hubiese probado en mi vida.

Agradecí a aquellas personas, y aunque hablaban mi idioma su acento extraño me confundía, parecían rudos al hablar. Les ofrecí un viejo tesoro que guardaba, un artefacto que servía para dibujar mapas. Tenía años que no lo usaba y solo lo guardaba por los recuerdos que me brindaba. Las personas quedaron asombradas con mi viejo tesoro. Lo observaban con mucho asombro. Luego sonrieron todos y algunos se retiraban, para regresar mas adelante, con cosas. Me brindaron cobijas y mas alimentos, me ofrecieron quedarme una noche en la posada de la pequeña ciudad sin costo alguno. Accedí pues mi cuerpo en verdad necesitaba descanso.

Mis pies reaccionaron y me levante de aquel kiosco, me despedí de aquella gente y me dirigí a la posada (muy notoria por cierto, con colores rojos, verdes, rosas, naranjas) muy amablemente me dieron las llaves de un cuarto.
Seguí mi camino hacía el cuarto y en el pasillo un extraño hombre se quedaba mirando con una mirada retadora, mi mirada cansada respondió con hostilidad también, mientras caminaba podía oler a aquel extraño, tenía olor a hierro, pero no cualquier hierro, era uno en especifico, de la ciudad del hierro. Una ciudad de asesinos y guerreros. La presión de su mirada me hizo pensar que era un asesino, o un casa recompensas, pero no tenía tiempo de pensar esas cosas, ni las fuerzas para combatirlo, y menos en un lugar tan pequeño. Así que seguí caminando y abrí mi habitación, cerré con llave y me recosté en la cama hasta que mis ojos se cerraron por horas... al abrirlos la habitación estaba cambiada de lugar y mis pertenencias en la cama, como si alguien hubiera esculcado la habitación.

Volteé para todos lados y la ventana de la habitación esta estaba abierta, me levanté y miré, había un hombre bajando la posada, me miro y se tiro al suelo. Empezó a correr ...

-diario de un aventurero-

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